Seguidores

jueves, 23 de diciembre de 2010

A mi también me atribuyen cosas en internet

Entrevista a Galeano
¿Cómo vive este momento de revolución comunicacional, impacta en su producción literaria?
– Si hablamos de internet, soy muy prehistórico, y tuve una gran desconfianza a ese sistema durante mucho tiempo. Tenía razones, internet nació de una necesidad militar del Pentágono, para operaciones militares, con fines de muerte. Pero con el tiempo se transformó en otra cosa. Ahora en internet suenan muchas voces que vale la pena escuchar, multiplicidad de voces. Se ha vuelto una novedad tecnológica muy positiva. De todos modos, hay que ser cuidadoso, porque internet está alfombrada de cáscaras de banana.

– ¿Y cómo es eso?
– Por ejemplo, mi trabajo más felicitado, más laureado, que circula por internet no me pertenece y desconozco quién me lo atribuyó. Se llama “Por qué no tengo DVD”, que además no es cierto, porque yo sí tengo DVD. Pero ocurren cosas desopilantes cuando algunas personas maravilladas con ese texto me felicitan. A mí me da cierto pudor incluso defraudarlas y suelo no aclararles nada (risas). Pero no soy el único, le ocurre a muchos autores, como a Gabriel García Márquez, quien tiene un testamento circulando por internet que no es de él. Y, según dijo, cada vez que lo lee le dan ganas de morirse.

– De todos modos, adoptó internet para trabajar y comunicarse.
– Sí, claro, pero no me confundo, una cosa es el violín y otra la mano que lo ejecuta. Creo en las palabras que nacen de la necesidad de decir. Yo busco leer y escuchar las palabras auténticas, verdaderas, que valgan la pena. El medio me importa poco. Por ejemplo, soy un gran lector de paredes y las paredes están ahí desde el principio de los tiempos, cuando todavía no eran paredes y eran sólo rocas como las del río Pinturas, en Santa Cruz. Esas manos impresas allí son una palabra muy fuerte de esos hombres o mujeres que imprimieron sus manos en una época anterior a todas las épocas (Nota: las manos impresas tienen una antigüedad promedio de 10 mil años). Esas manos dicen: “Nosotros estuvimos aquí”.